DICCIONARIO DE SIMBOLOS Y TEMAS MISTERIOSOS
Federico González Frías

DICCIONARIO

Ciencia Subterránea

«La magia renacentista quería conocer los secretos de la naturaleza, es decir de la cosmogonía, basándose en los números y la geometría de Pitágoras, que la Teúrgia activaba de modo operativo, y que la Ciencia establecería de manera aplicada.

«(…) el nacimiento de la Historia de la Ciencia, tal cual hoy la conocemos, está relacionado con las ideas de la Tradición Hermética y las investigaciones y experiencias de los hermetistas, auténticos sabios –siempre perseguidos por la ignorancia y los personajes oficiales que la encarnan– que tienen sumo respeto por las enseñanzas del Corpus Hermeticum, las cuales definen una actitud clara con respecto al hombre y su papel en la Creación según lo manifiesta este texto:

«El cosmos está pues sometido a Dios, el hombre al cosmos, los seres sin razón al hombre: Dios, él, está por encima de todos los seres y vela sobre todos. Las energías son como los rayos de Dios, las fuerzas de la naturaleza como los rayos del cosmos, las artes y las ciencias como los rayos del hombre. Las energías actúan a través del cosmos y alcanzan al hombre por los canales físicos del mundo; las fuerzas de la naturaleza actúan por medio de los elementos, los hombres a través de las artes y las ciencias. (Poimandrés X, 22).

«De todas maneras cualquier trabajo sobre el origen de la hoy llamada ciencia, debe estudiar y destacar a Roger Bacon (Somerset c.1214, Oxford 1294) como el mejor representante medioeval, precursor de una actitud de apertura hacia las ciencias de la naturaleza y la experimentación, al que se suele vincular con determinados inventos, como la lente de aumento y el microscopio, la observación del tamaño de los planetas, de las nebulosas espaciales, la creación de ingenios mecánicos, obras hidráulicas y de ingeniería, etc. etc. (…).

«Sin embargo esta experimentación de la que trata R. Bacon no es sólo física, como podría pensarse, él mismo se encarga de transmitírnoslo, ya que su grado más alto es la Revelación; es decir que el Conocimiento de lo Sagrado es la mayor experiencia, aunque también incluye la magia en sus dos vertientes: la que se apoya en la naturaleza de las cosas, y la que utiliza trucos que de alguna manera violentan esa naturaleza, o sea que hay una magia ‘buena’ y otra ‘mala’, o mejor, hay dos formas de actuar respecto a la naturaleza, una es lícita y la otra no lo es. Hay algo de profético en esta división, si se tiene en cuenta el posterior desarrollo de la civilización occidental, y la supremacía actual de la segunda sobre la primera, es decir del empirismo, la racionalización, el método estadístico y la falsa idea de una evolución y de un progreso indefinido, material y técnico, capaz de solucionar todos los males. (…). Aunque parezca curioso, este tipo de conceptos han materializado finalmente en la Ciencia Moderna, cuyos supuestos, como hemos expresado, están totalmente invertidos con respecto a estas conclusiones y a toda idea relacionada directa o indirectamente con lo sagrado, ocultando, o negando, incluso, sus orígenes históricos, como ya hemos señalado.

«(…) las doctrinas herméticas, (…) en consonancia con las ideas de Pitágoras, Platón, el Neoplatonismo y Neopitagorismo, el cristianismo de Dionisio Areopagita y la Cábala Hebrea, describen las emanaciones que, a partir de la Unidad, por un proceso de opacamiento o materialización, descienden conformando distintos planos o mundos que van de lo invisible e increado, pasando por distintos grados más o menos sutiles de manifestación, o angélicos, hasta la más gruesa solidificación material. A la inversa, las enseñanzas herméticas nos muestran cómo es posible remontar este orden y a partir de determinadas sustancias, que guardan en sí el misterio de su ser, llegar al Origen mismo, por medio de una serie de transmutaciones que los alquimistas, puestos bajo la advocación del dios Hermes, realizaban partiendo de la materia, especialmente la metálica, a la que relacionaban con las energías de los astros, o regentes. Desde luego esta actitud, que por otra parte no es exclusiva de Occidente, pues se ha producido en otras tradiciones, ha posibilitado la investigación y la experimentación y por lo tanto ha fundamentado el nacimiento de las ciencias aplicadas al estudio y la modificación de la naturaleza. De hecho, la Historia de la Ciencia no ha dejado jamás de advertir este origen pre-científico y ‘mágico’ de las ciencias, por más racionalista que fuera su enfoque o aséptico pretendiera ser el método sostenido, por el simple hecho de que es muy difícil negar evidencias perfectamente documentadas, pese a cualquier intención en contrario. Las cosmogonías más auténticamente científicas y ‘modernas’, como las de Galileo o Newton, sin contar la de Giordano Bruno, revelan su origen hermético, considerado como ignorancia durante varios siglos por el ‘pensamiento científico’, opuesto a la Cosmogonía Unánime de distintos pueblos, a su Ciencia Sagrada, lo que ha dado lugar, valga la paradoja, a la misma ciencia profana que, aun derivada de ella, luego la niega, en virtud de determinados desarrollos que ha de adoptar, alejándose cada vez más de sus propósitos y orígenes. El tema es complejo y delicado, más que nada por los errores de base que tiene nuestro encuadre moderno, acrecentados desde el siglo XIX, respecto a lo que hoy se entiende por ‘científico’ –y aún filosófico–, pero bástenos por ahora señalar que una corriente muy fuerte de historiadores nacidos en el propio campo científico, investiga sin prejuicios en la actualidad este proceso que desemboca en los descubrimientos e inventos de la sociedad técnica contemporánea. Como antecedente importante y de algún modo pionero destacaremos A History of Magic and Experimental Science de Lynn Thorndike en seis volúmenes, editada por la Columbia University Press de 1923 a 1941. (…).

Athanasius Kircher. "El origen de los ríos". Mundus subterraneus, vol. I. 1665.

A. Kircher. «El origen de los ríos». Mundus subterraneus, vol. I. 1665

«De nuestra parte pensamos que este tema de los orígenes ‘mágicos’ de la Ciencia es lo suficientemente importante para tratarlo, ya que de hecho se trata, como en otros casos, de la influencia de la Tradición Hermética en la cultura de Occidente, al punto de constituir una corriente subterránea, secreta, que la ha alimentado con sus aciertos y errores hasta el día de hoy, en perfecta simultaneidad con los ritmos y los ciclos que hacen al tiempo y a la historia en que se manifiestan las Ideas.

«Además, es obvio el valor filosófico, y gnoseológico, que puede tener un debate de esta naturaleza, y las innumerables perspectivas que se pueden abrir por su intermedio. (…).

«A finales del siglo XV se producen acontecimientos muy importantes que son precedidos y seguidos por toda suerte de desarrollos, no siempre fáciles de advertir a primera vista, pero que tienen su origen en ellos. Se ha iniciado para Occidente la era de la experimentación, y también la de los descubrimientos e inventos.

«Efectivamente, en 1492 se descubrió América, acontecimiento que haría cambiar la faz del mundo, en más de un sentido, en ese entonces y en siglos posteriores. (…).

«De los primeros científicos, quienes dejaron la visión aristotélica y la de Tomás de Aquino, y que a partir del s. XV comenzaron a recorrer otros caminos, aún muchos de ellos siguiendo a Tolomeo, es que se nutren los conocimientos que darán lugar a la llamada ‘revolución científica’, cuyos protagonistas principales, no siempre convenientemente destacados, Copérnico, Galileo, Brahe, Newton, Boyle, Kepler, etc., considerados hoy los padres de la ‘ciencia moderna’, derivan sus cosmogonías, o gran parte de ellas, amén del hermetismo, de fundamentos antiguos de la filosofía clásica –especialmente de Platón y de los autores árabes–, y de ideas esotéricas y concepciones impregnadas de misticismo aún relacionadas con interpretaciones bíblicas, lo que el público medio hoy parece ignorar. (…).

«Resulta curioso que fuera un Bacon, Roger, quien hubiera promovido el conocimiento científico en la Edad Media, y que otra individualidad del mismo apellido, Francis –al que se le ha atribuido entre otras cosas la obra shakespeariana–, y autor de la utopía sobre la Nueva Atlántida, fuese el adalid de la Ciencia en el Renacimiento inglés, es decir el paso cultural que va de la Biblioteca Colombina [s. XV-XVI] a la clasificada por Ferguson [s. XIX]. El espacio de tiempo que las separa indica dos maneras de encarar un mismo hecho, el Conocimiento, mediante formas distintas de aprendizaje que, incluso, llevarán con el correr de los años a resultados diametralmente opuestos a las inquietudes que los generaron y que se han solidificado –permítasenos repetirlo una vez más– en la alienante historia de un progreso indefinido, y en el racionalismo, que toman no a la Ciencia como un medio de Conocimiento, sino como realidad a la que hay que ceñirse estrictamente cual una nueva forma dogmática religiosa. Y que imaginan la salvación del género humano por medio de este ‘progreso’, hoy confiado a la técnica y a la electrónica, idea completamente vigente en nuestra sociedad, aunque rechazada también cada vez más parcialmente –o en su integridad– por seres humanos desengañados o exhaustos, muchos de ellos lúcidos aunque superados ampliamente por la ignorancia y el engaño de las masas. Esto corre parejo con las teorías de la evolución según las cuales hombres y mujeres devenimos a partir de especies inferiores. (…).

«En definitiva, este tema toca a la historia oculta de las cosas y a la presencia continua de Hermes para nuestra civilización. Y si la Historia de las Ideas es la memoria de los hombres y por lo tanto necesariamente una visión del cosmos, conocer los orígenes cíclicos es una forma de reencontrarse a sí mismo en un mundo que también es otro, de remontar la corriente hacia la simultaneidad de unos conceptos que están en la esencia de la Cosmogonía, y que constituyen una apertura a la Metafísica.» (Federico González, «Apuntes sobre Hermetismo y Ciencia», Hermetismo y Masonería, c. III).