DICCIONARIO DE SIMBOLOS Y TEMAS MISTERIOSOS
Federico González Frías

DICCIONARIO

Dioses (Los)

Los hombres hemos buscado en los dioses la respuesta a la impermanencia y al sentido que puedan tener nuestras herencias culturales.

Desde luego, y empleándonos a fondo, hemos podido advertir algo de las creencias que profesaban otros pueblos, similitudes que bien atribuíamos a un mismo pasado, tal vez oculto por la historia, o a una unidad fundamental de la que el propio tema hablaba ya que los dioses (y el propio Dios), cualquiera sea la forma en que se expresan son siempre los mismos e igualmente su profusión es incalculable, según lo admiten los nombres que los enuncian, los que normalmente no son menos de una decena, y a veces la exceden, llegando a las centenas; con lo que nos sumen en la consternación respecto a nuestro módico bagaje cultural de clase media que hoy en día ni siquiera imagina, con sus pequeños conceptos clasificatorios (esto es así, aquello asá), la verdadera pesadilla de la que son víctimas los dioses de Homero, ubicados además, inverosímilmente en la realidad de una guerra o el deseo de volver a casa.

Pero sea lo que sea allí están los dioses, por doquier, diciéndonos siempre menos de lo que necesitamos, lejanos, olímpicos, tan tristes o alegres como nosotros estamos. Y tienen la gracia de que por cualquier modo, o método que sea, de pronto, en un recodo nos iluminan y no sólo se dan a conocer, sino que nos aman y protegen.

Por eso Dios es el padre de todas las cosas, el sol el artesano, y el cosmos el instrumento de su artesanía. La sustancia inteligible gobierna el cielo, el cielo a los dioses, y los demonios, bajo las órdenes de los dioses, gobiernan a los hombres. Y éste es el ejército de los dioses y los hombres.

Dios crea todas las cosas por sí mismo a través de ellos y todas son parte de Dios; y si son partes de Dios, Dios es todas las cosas. De modo que creando todas las cosas, se crea a sí mismo y no podría cesar nunca, pues él mismo es incesante. Y puesto que Dios no tiene fin, así su creación no tiene principio ni fin. (Textos Herméticos, XVI, 18-19).