DICCIONARIO DE SIMBOLOS Y TEMAS MISTERIOSOS
Federico González Frías

DICCIONARIO

Mito

El mito es idéntico al símbolo aunque el primero suele expresarse de modo oral y el segundo de forma gráfica, por lo que podría decirse en un cierto sentido que son intercambiables; uno en relación con el oído, el otro vinculado al ojo. Pero todo esto es relativo: los mitos son simbólicos, los símbolos no necesariamente son míticos.

Todos los pueblos han tenido su mitología, basada en la transmisión oral de sus creencias y los personajes que encarnan las ideas y sentimientos que las sustentan. Estas historias narradas de memoria (Mnemósine) en reuniones vespertinas o nocturnas, después de las labores, alrededor del fuego, repiten lo mismo, lo que conforma una cultura en la que toda la comunidad participa, fijada por el Arte de la Memoria imprescindible en la solidificación del mito y el método universal y unánime en que éste se manifiesta.

A la luz del racionalismo resulta difícil entender el carácter transformador del mito y aun su propia existencia, aunque, sin embargo, pese a sus contradicciones y absurdos lógicos han subsistido vivos hasta hoy. Además es tal su poder, que constituyen de modo misterioso la propia raíz del logos.

Jacob Jordaens, Boda de Tetis y Peleo, 1637. Museo del Prado, Madrid.
Jacob Jordaens, Boda de Tetis y Peleo, 1637. Museo del Prado, Madrid

Estamos acostumbrados a leer y escribir por lo que la idea que tenemos los contemporáneos acerca de una cultura no incluye la perspectiva de que ésta fuera posible en pueblos que no practicaran la escritura de forma mayoritaria o habitual, ya que ella era propiedad de una minoría sacerdotal de sabios e intérpretes; mucho menos somos capaces de reconocer una cultura que no ha tenido escritura pese a la cantidad de ejemplos que las ilustran.

De hecho, las civilizaciones más perfectas que se conocen se han expresado de modo ideogramático y por lo tanto gráfico y simbólico, tal la egipcia, la china y la maya. Otras como la greco-romana, se han desarrollado a partir de la escritura fonética y silábica y por lo tanto ello ha desembocado finalmente en el libro, tal cual lo conocemos y que es lógico haya suplantando a los petroglifos o a las tabletas de arcilla, cuero, o de madera; de allí la importancia de la escritura y el libro en las manifestaciones de esta civilización nuestra, que alcanza tanto a su religión, es decir aquella descendiente de Abraham, o sea la judía, la cristiana, o la islámica, como a lo tocante a todo tipo de ciencia y conocimiento que se prolonga en la información periodística, el entretenimiento y el ocio, sin olvidar la filosofía, la poesía y el teatro.

Por eso es preciso servirse de los mitos, no como de razones absolutamente probatorias, sino para tomar de cada uno de ellos los rasgos de parecido que se concilian con nuestro pensamiento,

nos enseña Plutarco en Los Misterios de Isis y Osiris, 57.

Los mitos griegos equivalentes a los de otros pueblos en diferentes versiones folclóricas, tienen origen en la Tradición oral y fueron puestos por escrito en su inmensa mayoría por dos grandes transmisores: Hesíodo y Homero, inspirados por las Musas. Aunque también por otros mitómanos (o mitólogos) griegos, incluso romanos.

Hesíodo ha escrito su Teogonía, Los Trabajos y los Días y numerosísimos fragmentos, espúreos o no. El legendario Homero, como se sabe, es el autor de la Ilíada y la Odisea y también de Himnos (y la Batracomiomaquia). De estos dos autores –y de otros pocos–, prácticamente de manera exclusiva, nace el enorme caudal de los mitos griegos, adoptado casi literalmente por los romanos, y cuyos epígonos de una u otra manera, consciente, inconscientemente –y aun de forma subliminal– han subsistido hasta nuestros días.

El mito activa lo imaginal prototípico y nos despierta a la música de las esferas y al asombro. También conserva el rastro de las andanzas de los dioses y sus aventuras.

Gilgamesh dando de beber a un toro. Cilindro-sello asirio-babilónico. Colección Clercq.
Gilgamesh dando de beber a un toro. Cilindro-sello asirio-babilónico. Colección Clercq

2. Los mitos son símbolos. De no ser así son tan inverosímiles los personajes y las historias que se narran en Homero para poner el ejemplo más cercano –y en la mitología en general– y tan poco edificantes y ejemplares los seres e incomprensibles los sucesos que se dejan asentados que no se hubieran conservado hasta hoy si no hubiera sido porque ellos representaban algo liminar, aunque al presente, aun como símbolos, resultan prácticamente impenetrables. De otra parte, los mismos símbolos son polivalentes, es decir, duales, y necesitan ser interpretados y enseñados para que posean el más mínimo poder cognoscitivo; lo que, entre otros ha hecho Platón en su obra.

Lo que llamamos «cultura» depende en todas sus formas de un mito imperante, inextricablemente ligado al mito de lo divino. Con la creación de ese mito se constituye la cultura y la esencia de un pueblo; antes no existen siquiera. (Walter F. Otto, Dioniso, Mito y Culto).

3. Se ha comprobado que la mitología griega, en especial Hesíodo y también Homero, deriva el argumento de sus poemas y genealogías de fuentes sumerias y egipcias (Las instrucciones de Shuruppak, La instrucción de Amen-Em-Opet). También se ha hablado de una mediación fenicia (Canción de Ullikummi). Igualmente se menciona la Epopeya de Gilgamesh y podrían citarse decenas de textos egipcios, sumerios, babilónicos como base de la mitología griega, especialmente de los dos autores citados, lo que nos hace pensar que las andanzas de los dioses griegos son siempre relativas y sujetas a cambios, como las que emulan, aunque igualmente poseen un fondo común que las hace las mismas, algunas veces opuestas y complementarias (como la unión de Urano y Gea, Apsu-Tiamat). Debe destacarse la sucesión del reinado de diversos dioses y su influencia, lo que está relacionado, como sabemos, con distintos períodos cíclicos en sus cosmogonías. Todos estos documentos citados y varios otros que demuestran la coincidencia entre ellos y los poetas griegos, creadores de su mitología –que incluye deidades– están fechados entre los años 2500 a 1500 anteriores a Jesucristo. Lo que nos recuerda a un arquetipo o Tradición común a todas las Tradiciones o civilizaciones conocidas o estudiadas, entre ellas la griega.

4. La mitología es la representación de lo sobrenatural, lo impensable e incognoscible, en términos de imágenes sensibles que poseen dimensiones espaciales y temporales, sin las cuales la mente se ve incapaz de pensar. (Alan Watts, Mito y Ritual en el Cristianismo, «1. En el Comienzo»).

5. En los niveles arcaicos de cultura, la religión mantiene la «apertura» hacia un Mundo sobrehumano, el mundo de los valores axiológicos. Estos son «trascendentes» al ser revelados por Seres divinos o Antepasados míticos… Como hemos visto, estos modelos se transmiten por los mitos, a los que está especialmente encomendado despertar y mantener la conciencia de otro mundo, de un más allá, de un mundo divino o mundo de los Antepasados. Este «otro mundo» representa un plano sobrehumano, «trascendente», el de las realidades absolutas. En la experiencia de lo sagrado, en el encuentro con una realidad transhumana, es donde nace la idea de que algo existe realmente, que existen valores absolutos, susceptibles de guiar al hombre y de conferir una significación a la existencia humana. (Mircea Eliade, Mito y Realidad, cap. VIII, «Grandeza y Decadencia de los Mitos»).

6. Subrayar el extraordinario desencanto que se puede experimentar cuando de pronto uno lee que el oráculo de Delfos en un momento dado de su existencia (final s. VI a. C.) fue sobornado gracias a las actuaciones imitativas de las que creíamos eran las pitonisas, a las que se ha dirigido nuestra perenne devoción que nos ha guiado en nuestro camino.

Esto confirma la idea que vemos en esta misma obra, en la que se acredita sobre la perennidad del trípode de Delfos, el cual sigue tan vivo como cuando fue profanado.