DICCIONARIO DE SIMBOLOS Y TEMAS MISTERIOSOS
Federico González Frías

DICCIONARIO

Dioses-Diosas

Hay disparidad de opiniones acerca de cómo son, pero nadie niega su existencia. (Cicerón, Sobre la Naturaleza de los Dioses, II, 13).

Conceptos de lo sagrado presentes en todas las Tradiciones, y de los cuales los seres humanos creen que ha nacido el universo y ellos mismos. Son como todo en el cosmos masculinos y femeninos tal los hombres y la energía de la dualidad en la que se manifiesta el Principio Supremo.

Numerosos en la cultura greco-romana de la que somos herederos, también existen en nuestras civilizaciones judeocristianas como formas intermediarias y jerárquicas, constituyendo un camino de sabiduría y conocimiento hacia el dios monoteísta. Se llaman nombres divinos o de poder, arcángeles y ángeles, querubines, serafines, etc., etc.

Estos espíritus intermediarios han existido en todas las Tradiciones y por lo tanto su número es indefinido, aunque siempre se refieren a atributos del Dios Supremo en los distintos grados en que éste se manifiesta.

Los más altos suelen ser los celestes, manifestados por los planetas, el sol, la luna y las estrellas, aunque sobre ellos hay otros niveles mucho más misteriosos y escondidos.

Dios arquitecto
 
Manuscrito iluminado medieval, siglo XV

Igualmente se puede apreciar en el Árbol de la Vida Sefirótico esta escala de entidades intermediarias de mundos y números.

Por eso se ha dicho muy justamente, que el alma de los dioses es pensamiento. (Asclepio II, 18).

El problema de lo único y lo múltiple está también relacionado con los distintos nombres divinos con que se expresa la unidad esencial.

Dios creando el firmamento y las estrellas
Manuscrito iluminado medieval, siglo XV

La deidad tiene todos los nombres, así como todos los nombres son la deidad, aunque hay que hacer la salvedad de que esos nombres no son sinónimos, sino que, por el contrario manifiestan distintos aspectos de la unidad que no son casuales ni deben ser, por ello, alterados (ver Asclepio II, 20).

2. Dioses mesopotámicos o caldeos (sumerios, asirios, babilónicos).

Anu, el dios cielo, era originariamente el dios supremo en época sumeria. Se le describe a veces como el padre de Ishtar. Su esposa era Antum y su ciudad de culto era Uruk. Ishtar (la sumeria Inanna), la diosa del amor, de la atracción sexual y de la guerra, se describe en un texto sumerio como aquélla a la que ni 120 amantes podían cansar. Bajo varios nombres se convirtió en la diosa más importante de toda Asia occidental. Su animal sagrado era el león y sus centros de culto estaban en Uruk, Kish, Agade, y Arba’il.

Enlil, el hijo de Anu, más tarde reemplazó a su padre y se convirtió en rey de los dioses. A él pertenecía la Tablilla de los Destinos, por medio de la cual se decretaban los destinos de hombres y dioses. Su esposa era Muliltu o Mylitta (Ninlil) y su ciudad de culto era Nippur.

Ea (el sumerio Enki) era señor del Apsu, el dominio del agua dulce bajo la tierra. Era la fuente de todo conocimiento mágico secreto e instruyó a la humanidad en las artes y oficios. Su esposa era Damkina y su centro de culto era Eridu.

Marduk era el hijo de Ea. Durante el período casita fue promocionado a la cima del panteón babilónico. Su centro de culto era naturalmente Babilonia.

Nabú era el hijo de Marduk, el patrón de los escribas y un dios de la sabiduría. Su popularidad alcanzó un momento álgido durante el primer milenio. Su ciudad de culto era Borsippa.

Sin, el dios luna, se describía también como padre de Ishtar. Gobernaba el paso de los meses. Su símbolo era la luna creciente y se le rendía culto en Ur y Harran. Shamash (el sumerio Utu), el dios sol, era el juez de la tierra y de los cielos. Su símbolo era el disco solar y sus centros de culto eran Sippar y Larsa.

Adad, el dios del tiempo, no sólo controlaba las tormentas sino también la lluvia vivificadora. Su símbolo era el rayo en zigzag y su animal el toro, que bramaba como el trueno. Dumuzi (conocido más tarde como Tammuz) era el amante de Ishtar, un dios pastoril. Protegía la fertilidad estacional.

Ereshkigal era la reina de los infiernos. Namtar era su visir, una diosa de la plaga muy temida que podía liberar una de las sesenta enfermedades. Erra o Nergal era el dios de la plaga y la guerra. Ninurta era un dios guerrero y patrón de la caza. Es el héroe de la Epopeya de Anzu. Ninhursag (también conocida como Araru y Mammi) era la Gran Madre, a veces descrita como esposa de Nergal. (Henrietta MacCall, Mitos Mesopotámicos). Teogonía 2. y 3.

3. Diosas Judías. Lejos de ser monoteísta el pueblo judío ha sido en algunas épocas politeísta, aunque la idea de una diosa judía símbolo de la fecundidad y el amor haya sido objeto de devoción para los hebreos que –incluso– llevaban como amuletos estos pantáculos, sobre todo otros nombres de esta diosa a la que rendían culto bajo el nombre de Aserá, Astarot, Astarté, es decir de diferentes madres del cielo, refugio de nuestras súplicas, a la par que bajo otras formas de esa palabra presente en Ishtar descendiente de la Inanna sumeria, etc. Es el nombre de la actual Esther (Estrella).

En fuentes judías pueden verificarse la presencia de estas diosas, muchas veces en forma de grandes sabias y adivinas, muy preparadas.

En Samuel (I, VII, 4) ya pueden advertirse la presencia de estas deidades y el rechazo del que fueron víctimas las brujas:

… los israelitas quitaron los Baales y las Astartés y sirvieron sólo a Yahveh.

Como enuncia una segunda cita:

… hemos pecado, porque hemos abandonado a Yahveh y servido a los Baales y a las Astartés.

Y dichas palabras son lo suficientemente oídas como para ser tomadas como las precursoras de una catástrofe.

Igualmente debemos hacer la salvedad de que los textos muchas veces no son precisos o se han rescatado sólo fragmentos. Pero algunos restos arqueológicos han ido apareciendo y todos ellos juntos nos ayudan a ir conformándonos una idea de lo que fue el lugar donde se han encontrado, ya que estamos en el summum de los poetas, en la cumbre del Monte Olimpo, aunque aquí de restos nada.

4. Dioses Griegos:

Apolo, Atenea y siete Musas
Apolo, Atenea y siete Musas
Nótese el trípode en el centro de la figura.
Sarcófago, relieve, del s. I al II d. C. Weburn Abbey, Bedfordshire, Inglaterra

"De Orfeo a Museo" (Himnos Órficos, Proemio-Invocación).

Úsalo para bien, amigo

Conoce, pues, Museo, el majestuoso ritual y la invocación que, sin duda, para ti es la más importante de todas. Soberano Zeus, Tierra y sagrados resplandores celestes del Sol, divino brillo de la Luna y Astros todos; también tú, Posidón que abrazas la tierra, de obscura cabellera, sagrada Perséfone y Deméter de espléndidos frutos; Ártemis, flechadora doncella, y asaeteador Febo que habitas el divino suelo de Delfos, y tú, danzante Dioniso, que tienes los más altos honores entre los bienaventurados; y Ares, de corazón violento, y el sagrado y poderoso Hefesto; y la diosa nacida de la espuma que obtiene gloriosos dones; y tú, soberano de los seres infernales, gran divinidad superior, y Hebe, Ilitía y el valeroso Heracles; a las benefactoras Equidad y Piedad también convoco, a las ilustres Ninfas, al grandioso Pan y a Hera, la lozana esposa de Zeus que lleva la égida. También reclamo a la amable Mnemósine, a las nueve Musas sagradas, a las Gracias, a las Horas, al Año, a Leto de hermosos bucles; a la venerable Tía, a Dione, a los Curetes, provistos de armas, a los Coribantes, a los Cabiros, y, del mismo modo, a los grandes Salvadores, hijos inmortales de Zeus; también a los dioses del Ida, al mensajero de los Celestes, el heraldo Hermes, a Temis, profetisa de los hombres. Invoco, igualmente, a la Noche anciana y al Día que trae la luz, a la Confianza, a la Justicia y a la irreprochable Otorgadora de leyes, a Rea, a Crono, a Tetis de azulado peplo, y también al gran Océano, juntamente con sus hijas; al grande y extraordinario Atlante y a Eón, al perenne Crono y a la resplandeciente agua de la Estigia; a los dioses amables, y, además de éstos, a la noble Previsión, al Demón benefactor de los mortales, y al nocivo; a los Démones celestes, a los aéreos, a los que moran en las aguas, a los terrenales, a los subterráneos y a los que se mueven por el fuego; también, a Sémele y a todos los participantes en las fiestas de Baco, a Ino, a Leucótea, a Palemón, otorgador de felicidad, a la elocuente Victoria, a la soberana Adrastea y al gran monarca Asclepio que proporciona dulces dones. Y a Palas, la doncella belicosa, a todos los Vientos, a los Truenos y a las regiones del Universo sostenido por cuatro columnas, apostrofo. A la Madre de los Inmortales invoco, a Atis y a Men, a la diosa Urania, al inmortal y sagrado Adonis, al Principio y al Fin (pues es lo más importante para cada cosa), para que todos ellos vengan propicios, con el corazón alegre, a esta sagrada ceremonia y a la solemne libación.

Dioses olímpicos en torno al trono de Júpiter
 
Giulio Romano, La Caída de los Gigantes (fragmento).
Sala de los Gigantes del Palazzo Te. 1532-1534, Mantua, Italia

5. Dioses Nórdicos. Proceden del Gigante Ymer.

En la aurora del tiempo solo estaba Ymer; no había ni arena, ni mar, ni olas refrescantes; la tierra no existía, ni el cielo sublime, sólo existía el Ginnengagap. (Heinrich Niedner, Mitología Nórdica);

en el Völuspá se lee:

En los tiempos primeros no había arena ni mar, tierra no había, sólo el vacío abismo, cuando nada había, ni las frías olas; ni el alto cielo, y no había hierba. (Snorri Sturluson, Textos de las Eddas).

Y más adelante el mismo autor traduciendo también el Völuspá:

No sabía el sol, no sabía la luna, no sabían las estrellas, dónde estaban sus salas, cuál era su poder, dónde tenían su lugar.

Y tomaron a Ymer (o Ymir), lo despedazaron y con sus partes hicieron el Universo (su cráneo fue la bóveda celeste). Y los hijos de Börr (Bor), que eran los dioses, de unos troncos de árboles crearon a los hombres, es decir al hombre y la mujer Ask y Embla y se les dio el Midgard de alojamiento, mientras que Odín tenía su trono en el Asgard y allí viven los dioses y sus hijos. Ymer era considerado un gigante (del hielo).

6. El dios cultural Tamu, también conocido como Ancestro y Anciano del Cielo es una deidad cultural de los caribes del Brasil. Llegó del Oriente y desapareció tras haber comunicado las artes y la agricultura a su pueblo. Les prometió que les daría ayuda en el futuro y que cuando murieran llevaría sus almas a su palacio en el cielo. El Tamu de los caribes es idéntico al Kamu de los indios arawac, el Caboy de los carayas y el Zune de los indios guaraníes del Paraguay. También al Amavilaca de los nativos del río Orinoco el cual les enseñó las artes y la agricultura, y cuya vuelta en tiempos venideros es esperada por sus fieles. Igualmente el Quetzalcóatl mesoamericano y el Viracocha peruano.

7. Dioses Náhuatl. Antiguos habitantes de México, la Tenochtitlán, los aztecas son a los náhuatl y a los toltecas lo que Roma es respecto a Grecia, y sus dioses pertenecen al panteón náhuatl, adjetivo que incluye una familia de lenguas y además supuestamente una nación, una cultura y estructuras análogas de pensamiento como puede verse en la serie de códices llamados Grupo Borgia.

Dios del maíz. Centéotl. Así se llama al dios del maíz y de la agricultura que se representa en las iconografías azteca y maya, en las que aparece como un mancebo, ocasionalmente ornamentado con una mazorca de maíz. Patrono de las labores de la tierra y de los frutos que ésta da, se lo considera un dios benéfico cuyo destino es determinado por los dioses de la lluvia, el viento y la sequía, el hambre y la muerte.

El maíz es una planta central en las culturas americanas, un alimento sagrado con el que han subsistido estos pueblos, tal cual el arroz, o el trigo, para extremo orientales, medio orientales y occidentales. Para los mayas el hombre está en la presente creación hecho de maíz. No sólo el maíz era sagrado para este pueblo sino que la misma milpa, lugar donde se planta y cosecha, constituía una especie de templo al aire libre.

Citlalatonac y Citlalicue. En el panteón azteca son el padre y la madre universales, representantes del cielo y la tierra o principios masculino y femenino.

Deidades náhuatl, aspectos lumínicos del dios supremo Ometéotl. El nombre masculino significa "astro que hace lucir las cosas". Pareja o Inámic de Citlalinicue "La del faldellín de estrellas", siendo ambos luminarias del día y de la noche. Equivalentes a Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl. Miguel León Portilla en su libro La Filosofía Náhuatl nos dice que los dos primeros nombres con que se designa al principio dual: La del faldellín de estrellas Citlalinicue y el "astro que hace lucir las cosas" Citlalatónac, se refieren obviamente a la doble acción de Ometéotl cuando por la noche hace brillar las estrellas, y cuando de día identificado con el sol, es el astro que da vida a las cosas y las hace lucir.

Cecilio A. Robelo en su Diccionario de Mitología Nahuatl transcribe:

En el códice de Fray Bernardino se dice que en el primer cielo estaba la estrella macho Citlalatonac y la hembra Citlalmina y que eran guardas del cielo puestas por Tonacatecutli, el dios creador…

Paso y Troncoso dicen que era uno de los nombres del dios Mixcoatl y que lo confundían con la Dualidad creadora, Ometecutli y Omecihuatl. Unos autores hacen a Citlaltonac varón, otros mujer; pero –según Paso y Troncoso– esto tiene dos explicaciones: o quisieron decir que había en una misma persona dos naturalezas, masculina y femenina como último atributo de la Dualidad; o al invocarlo como diosa quisieron decir la mujer de Citlaltonac.

Este mismo autor afirma que esta entidad en compañía de su esposa, o contraparte, o aspecto femenino, guardaban el primer cielo. Aunque los dioses equivalentes, Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl habitan el treceavo, que es el más alto, según él mismo anota. Orozco y Berra no identifica a estas deidades (Citlalatonac-Citlalinicue – Tonacatecuhtli-Tonacacíhuatl) sino que hace a las primeras hijas de las segundas.

Dios Desconocido: Ometéotl, el dios supremo, la Unidad, se divide en dos al engendrar a sus hijos Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl que expresan dos opuestos de sí mismo (Cielo y Tierra y hombre y mujer) fundamentalmente. En el códice de Fray Bernardino de Sahagún se dice que en el cielo estaba la estrella macho Citlalatonac y hembra Citlalinicue y habían sido puestas por Tonacatecuhtli-Tonacacíhuatl. Ometéotl.

8. Dioses Mayas

Debido a que estos seres sobrenaturales exhibían una mezcla curiosa de características físicas humanas con las de animales, reptiles y aves, aparecen en la iconografía maya como monstruos fantásticos conjurados de las profundidades de algún reino irreal. Tenían rasgos dualísticos, inherentes a su naturaleza, que se expresan en actos de bondad o iracunda venganza de acuerdo con sus caprichos impredecibles. Algunos dioses fácilmente alteraban sus características físicas y funciones, o asumían manifestaciones diurnas que cambiaban radicalmente por la noche. Para complicar más las cosas, la mayor parte de los dioses eran considerados tanto individualmente como en grupos de cuatro. Por ejemplo, a Itzamná se le consideraba una entidad separada, o como cuatro deidades distintas, cada una con su nombre y funciones específicas. Las fuentes nativas nos hablan de Chac, el dios de la lluvia, en singular, o como poseedor de cuatro aspectos distintos, y esta idea se ilustra de nuevo en los cuatro Bacabs, cada uno de ellos en un rincón del cielo. (Ch. Gallenkamp, Los Mayas).

Los dioses mayas son tan complicados en su forma y atributos que se ha optado por denominarlos con letras: dios D, dios M, etc.

Dioses Mayas

a) Itzamná, dios principal del panteón maya; b) Chaac, dios de la lluvia; c) Yum Kax, dios del maíz; d) Ah Puch, dios de la muerte; e) dios del viento, tal vez Kukulcán; f) dios de la guerra; g) dios de la muerte repentina y de los sacrificios humanos; h) Xamán Ek dios de la estrella polar; i) Ixchel, esposa de Itzamná y diosa del parto y del tejido; j) Ixtab, diosa del suicidio.

9. Estanatlehi. La más respetada deidad de los navajos, la Mujer que se recrea a sí misma, ayudante de la humanidad. Madre de los hermanos gemelos Nagenatzani y Thobadestchin. Ixchel.

10. "A Dios nadie le ha visto jamás". (Juan I, 18).

11. Dios Desconocido, Abscondito, Escondido. El nombre divino más elevado en poder y misterio.

De los Nombres Divinos, Dionisio Areopagita

II

Así, pues, tal como hemos dicho, de esta supraesencial y recóndita divinidad nadie debe hablar ni decir ningún pensamiento temerario fuera de aquellas cosas que nos han sido reveladas por los sagrados oráculos, pues tal como de Ella misma se manifestó benignamente en las sagradas Escrituras, a todos resta inaccesible la ciencia y contemplación de su sustancia por ser ésta superesencialmente heterogénea. Hallarás que muchos teólogos la alabaron aunque huya de nuestra vista y comprensión y no pueda ser indagada ni investigada ni existe ningún vestigio que nos lleve a su secretísima infinitud. Y, sin embargo, nada de cuanto existe está absolutamente privado del Bien porque misericordiosamente acomoda a cada cosa, por medio de las iluminaciones apropiadas, aquel rayo suprasustancial que le es propio; así como también, en cuanto es posible, eleva a su contemplación, comunión y semejanza, las santas mentes hacia Él de manera que vuelen hacia lo alto con una respetuosa reverencia, no ambicionando, con insolencia, más luz de la que les fue concedida ni con perversa propensión se precipiten (lejos del rayo divino); sino que constantemente y sin volver la vista sostienen el rayo luminoso (que les es concedido) y midiendo su amor según los dones celestes (son elevados), con cierto sagrado temblor, humildemente, y con santidad.

IV

Pero al presente, en cuanto nos es dado, usamos los símbolos para comprender las cosas divinas, mediante los cuales, y según nuestra capacidad, somos llevados a aquella simple y única verdad de las imágenes inteligibles, y después de esta intuición de las cosas deiformes, despojándonos de toda operación intelectual, nos dirigimos, en cuanto es posible, hacia este Rayo supraesencial, en el cual preexistieron de inefable modo todos los fines de todos los conocimientos, y al que no podemos concebir con nuestra razón, ni expresarlo con nuestra palabra, ni verlo en manera alguna con nuestros ojos, ya que Él es superior a todas las cosas y esencialmente ignoto, ya que a la vez y supraesencialmente posee en Sí mismo las definiciones de todos los conocimientos esenciales y de todas las virtudes, situado, por incomprensible poder, en grado infinito, por encima de todas las inteligencias celestiales. Porque siendo todos los conocimientos relativos a entidades que poseen el ser y sus límites se inscriben en el ser, Aquel que es superior a todo ser tiene que ser trascendente por encima de todo conocimiento.

V

Además, si Él trasciende a toda razón y a todo conocimiento, si es superior a toda inteligencia y a toda esencia y todo lo contiene y comprende con su infinitud siendo preeterno a todas las cosas e inaprehensible a los sentidos, ni puede haber de Él imaginación, ni opinión, ni nombre, ni palabra, ni puede ser tocado, ni conocido, ¿cómo hemos de hablar de los nombres divinos, cuando acabamos de declarar que la sobreesencial Deidad es superior a toda esencia, nombre y denominación?

VI

Llámase, pues, luz inteligible, Aquel Bien que está sobre toda luz, fuente de toda radiación y efusión de luz que inunda toda inteligencia por sobre de este mundo, alrededor de éste o en éste, iluminándolas con su plenitud y renovando en ellas todas las facultades del entender y abarcándolas a todas ya que se extiende por sobre todas las cosas; y siendo superior a todas, en cuanto está sobre todas ellas, y tiene inmanente a Sí, de modo trascendente y simplicísimo, todo el fundamento de iluminar en cuanto es fuente (base, raíz) de la luz y trasciende a ésta y reúne a todos los que gozan de inteligencia y de razón y los unifica. Porque así como la ignorancia separa a los que yerran, así la epifanía de la luz reúne y unifica a los iluminados y los perfecciona y los dirige hacia Aquel que verdaderamente es, retrayéndolos de las opiniones dudosas y contrae los varios aspectos (o, para hablar más propiamente), las cosas varias, a un verdadero y puro y simple conocimiento y lo llena todo de una sola luz unificante.


Corpus Hermeticum,
capítulo XI

Habiendo puesto en tu pensamiento que no hay nada imposible para ti, considérate inmortal y capaz de comprenderlo todo, todo arte, toda ciencia, el carácter de todo ser viviente. Asciende más alto que toda altura, desciende más bajo que toda profundidad. Reúne en ti mismo las sensaciones de todo lo creado, del fuego y del agua, de lo seco y de lo húmedo, considerando que estás a la vez en todas partes, sobre la tierra, en el mar, en el cielo, imagina que aún no has nacido, que estás en el vientre materno, que eres adolescente, viejo, que estás muerto, que estás más allá de la muerte. Si abarcas con el pensamiento todas esas cosas a la vez, tiempos, lugares, substancias, cualidades, cantidades, puedes comprender a Dios.

Y Platón,

Decir y conocer el origen de las otras divinidades es una tarea que va más allá de nuestras fuerzas. Hay que creer, por consiguiente, a los que hablaron antes, dado que en tanto que descendientes de dioses, como afirmaron, supongo que al menos conocerían bien a sus antepasados. No es posible, entonces, desconfiar de hijos de dioses, aunque hablen sin demostraciones probables ni necesarias, sino, siguiendo la costumbre, debemos creerles cuando dicen que relatan asuntos familiares. (Platón, Timeo 40d-e).

Y agregamos otros conceptos acerca del tema:

– ¿Quieres que sugiramos a tu padre que acompañe nuestra súplica a Dios con incienso y perfumes?

Pero Trismegisto, que le había oído, repuso irritado:

– ¡Calla Asclepio! ¡Calla!, porque casi es un sacrilegio quemar incienso y todo lo demás mientras se ora a Dios, pues nada le puede faltar a quien es él mismo todas las cosas o en quien todas las cosas están. Por tanto, adoremos a Dios dándole gracias, porque la mejor forma de incensar a Dios es la acción de gracias de los mortales. (Asclepio III, 41).

*

"Hunab K'u 1, 10: único dios vivo y verdadero y era el mayor de los dioses de los de Yucatán, y no tenía figura, porque decían que no podía figurarse por ser incorpóreo 5: dios único 10: también se le conoce con el nombre de kolop u wich k'in, que sugiere una deidad de la lluvia 13jet: uno de los nombres con el cual también se conoce a Itsamná, el dios maya de la creación, considerado el más importante de todos." (Diccionario Maya Cordemex).

*

I- IV. Debe saber que 'Eyn-Sof no es Keter como muchos creen, sino que 'Eyn-Sof es la causa de Keter, y Keter el efecto del 'Eyn-Sof que es el principio de los principios. Debe saber también que 'Eyn-Sof es la causa principal de todas las existentes, y que no hay ninguna superior a ella, su primer efecto es Keter y es a partir de Keter que prosigue el encadenamiento de los demás efectos. No recusamos por ello el hecho de que Keter forme parte de las diez sefirot, como muchos han creído: forma parte de ellas pero solamente desde el punto de vista de los emanados mismos; sin embargo, según la modalidad del conjunto de la emanación a partir de las diez [sefirot], Keter no aparece entre los emanados a causa de su grandeza, y estos últimos, en lugar de estar incluidos en él, son entonces incluidos en Da'at.

II- IX. La razón de ello es que los seres superiores dependen de los inferiores y los inferiores de los superiores, es por eso que el poder de lo inferior se encuentra en lo superior, y el de lo superior en lo inferior.

Por el contrario en lo que concierne a 'Eyn-Sof, todos dependen de él y él de ningún modo tiene necesidad de ellos. (Moshe ben Ja'acob Cordovero, 'Or Né'érab, La Dulce Luz). En Sof - Sin Fin.

Y dentro de la Tradición China la misma noción:

Mira, y no podrás verlo.
Escucha, y no podrás oírlo.
Extiende tu mano, y no podrás asirlo.

Arriba, no es brillante.
Abajo, no es oscuro.
Sin fisuras, innombrable,
retorna siempre al reino de la nada.
Forma que incluye toda forma,
imagen sin ninguna imagen,
sutil más allá de todo concepto.

Acércate y no hallarás un comienzo;
síguelo y no hallarás un final.
No puedes conocerlo, pero puedes serlo
asentándote en tu propia vida.
Simplemente date cuenta de tu origen;
esta es la esencia de la sabiduría. (Lao Tse, Tao Te King, 14, trad. Stephen Mitchell).